jueves, 29 de noviembre de 2012

Que se vaya con los suyos


El hombre de la Cocacola con su uniforma color café con leche largo de leche está montando un lío considerable. Tiene plantadas en el medio del bar dos dobles torres, unas con cascos vacíos y otras con botellas llenas.

-Pero que tienes montado aquí

Dice Honorio que está a punto de dejarse el dedo gordo del pie derecho, protegido apenas por el calcetín sobre las chanclas, en la esquina de una de las torres.

La pelirroja ha ensayado una postura de bailarina para deslizarse entre las atalayas y llegar a su esquina y abrir su libro.

Betty mira a su hija y se encoge de hombros.

El hombre de la coca cola empieza a explicar que intenta ser práctico, o sea para adelantar más. Se para entre las torres y empieza a explicar a los presentes su plan estratégico, es decir, poner las cajas nuevas en mitad del bar, sacar las consumidas y en un momento reponerlas

-Pues de un momento, nada. Vaya cisco que has montado.

Dice la hija de Betty

Y el hombre de la cocacola cambia de tema para no entrar en explicaciones engorrosas

-¿El ministro ya no viene? Hace tiempo que no lo veo

-Ese se fue con el rabo entre las piernas el día de la huelga. Fue la explicación de la hija de Betty que barría alrededor de las torres

-¿Y eso? ¿que pasó? Pregunta el operario mientras apila y descarga cajas como si estuviera construyendo un mecano imposible y contradictorio.

-Pues que no lo dejamos entrar, estábamos de huelga. Explica Betty con una sonrisa

-Normal.

El repartidor  no entiende la explicación o porque no atiende o porque no entiende la paradoja que le explica con más detalle la hija de la dueña. Sólo cuando le ilustran cómo estando el bar lleno de gente fue el ministro  el que no fue admitido.

-Bien hecho. Que se vaya con los suyos

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